Preparar una hamburguesa pareciera una tarea muy sencilla, pero no lo fue para los ocho menores de la sección C1 del Centro de Formación Juvenil Zurquí, que concluyeron hoy un taller en terapia ocupacional, que duró cuatro meses.
Durante la última sesión del año, a los menores se les pidió que armaran una hamburguesa con todos los ingredientes que tenían al frente: pan, salsas, queso amarillo, torta de carne, lechuga, tomate y un plato plástico.
Rolo aseguró que tenía más de un año de no prepararse sus alimentos, por su parte, Fabián recordó que, desde hace nueve meses, no se alistaba ninguna comida por su cuenta. Los jóvenes, de entre 15 y 17 años, estaban muy ansiosos por la nueva experiencia.
Luego de colocar un mantel sobre la mesa, el proceso comenzó libremente: Jefferson tomó el pan con su mano izquierda, luego, comenzó a colocar la carne, la lechuga y el tomate, hasta que la instructora le indicó que debió haber iniciado primero con el plato, antes de que colapsara lo demás si seguía así.
De repente, había cuatro menores alistándose su hamburguesa, con dos tortas o con dos quesos, sin preguntar si había suficientes ingredientes para los demás, quienes esperaban su turno sentados en la mesa para no ser parte del molote.
Yurcler preguntaba lo mismo siempre: “Profe, ¿qué sigue ahora?”, cada vez que colocaba el pan, después la torta, luego el tomate, la salsa y, al final, la lechuga. No tomaba la iniciativa por su cuenta, pero esperaba un buen resultado.
Abrir el queso procesado, envuelto en el plástico, fue un caos para los muchachos. No sabían que tenía un abre fácil, y el queso terminó hecho pedacitos.
“Este taller de terapia ocupacional impulsa la prevención y la intervención de la discapacidad física, social, cognitiva y emocional. Es la primera vez que se trabaja con población penal juvenil, con la visión de que ellos no van a quedarse aquí y necesitan saber cómo manejar su dinero, organizar el tiempo, prepararse sus alimentos y formarse hábitos”, explicó Andrea Jiménez, una estudiante de licenciatura en Terapia Ocupacional, que realiza su práctica comunitaria en el CFJ Zurquí.
Durante los cuatro meses del taller, los resultados han sido positivos. Por ejemplo, Yurcler, un joven oriundo de la zona indígena de Talamanca, reconoce que el taller le enseñó a formar el hábito de bañarse. Otros participantes, quienes no sabían a qué hora debían cepillarse los dientes, aprendieron la rutina.
“Antes, Yurcler llegaba a los talleres del INA sin bañarse. Tuvimos que formar hábitos de higiene con ellos. El cambio ha sido muy interesante”, recalcó Jiménez.
Estos jóvenes han tenido un proceso de callejización que les dificulta su eventual reinserción a la sociedad. Por eso, se trabaja con ellos el ocio, la recreación, el esparcimiento, el trabajo en equipo, la sana competencia, la solidaridad, la tolerancia, el control de impulsos, el respeto a la autoridad y otros elementos para formar una ocupación significativa.
“Cuando llego a las secciones, reviso si el dormitorio está ordenado y los refuerzo. Tuvimos que trabajar el horario de las llamadas porque alguno de ellos llegó a tener hasta seis horas solo para él, y los demás no tenían espacio para las llamadas o tenían que pagar”, dijo Jiménez.
El CFJ Zurquí alberga 92 jóvenes: 37 son menores de edad y 55 adultos jóvenes. En total, hay 12 mujeres y 80 hombres.